La niebla.
La niebla, del libro Subiendo la cuesta. Mantengo la mirada fija en la porfiada niebla que parece haber tomado la decisión de quedarse para hacerme compañía. Escucho a Serrat interpretando los temas de Sombras de la China . Me quito los lentes y los dejo a mano, mientras el sillón compañero me abraza y una manta me ofrece su calor. «Paula, no te podés quejar —analizo—, tenés a Luis, que es un hijo encantador y un buen ser humano; a Gastón, tu compañero de ruta; una casa de ensueño en las sierras cordobesas, tu lugar en el mundo; un trabajo que te permite crear y sentirte valorada, dejándote tiempo libre; podés viajar. No te falta nada». Me distraigo al percibir la humedad que atraviesa la antigua ventana, inconveniente que he estado planificando solucionar desde el año pasado. Necesito comprar un nuevo marco desde el cual continuar disfrutando de esta vieja niebla. Tomo otro mate, sonrío al sentir el perfume que deja escapar la cáscara de naranja que añadí. Intento eliminar de mi...